Bolsonaro: la justicia no siempre es ciega
No cabe duda que la suerte no acompaña de la misma manera a todos los políticos. El 6 de enero de 2021 una muchedumbre de partidarios del entonces presidente saliente, Donald Trump, tomó por asalto el Congreso de los Estados Unidos. Los manifestantes habían sido influidos por Trump, quien llevaba varios intentos de anular las elecciones argumentando fraude. Dos años y dos días después, una situación similar se presentó en Brasil. El personaje central resultó ser Jair Boilsonaro. Hoy, mientras el primero repitió en la presidencia evadiendo todos los procesos judiciales, el segundo fue condenado a 27 años de prisión.
La realidad es que no es cosa de buena o mala fortuna. El futuro de los líderes populistas que han proliferado en los últimos años, termina por no depender sólo de sus acciones sino de la fortaleza de sus instituciones, la independencia del sistema judicial y la cultura política de cada nación.
Bolsonaro cometió un error de cálculo: subestimó la fuerza de la ley y sobreestimó su capacidad de impunidad; pensó que las fuerzas armadas y la policía lo respaldarían cosa que no ocurrió, y así se fue quedando solo. Su base social y el miedo a la inestabilidad política no operaron sobre el sistema judicial como ocurrió en la Casa Blanca. Pecó de inocente, no supo leer que los tribunales brasileños han sido muy activos en casos de corrupción y amenazas a la democracia. Su soberbia lo cegó, de ahí que no consolidara las alianzas políticas suficientes para protegerse.
Sin polemizar, el presidente Lula da Silva ya emitió su veredicto: apoya públicamente la independencia del Tribunal Superior Electoral y de la Corte Suprema; señala que nadie está por encima de la ley, incluso ex mandatarios o lideres populistas. Pero en el fondo a Lula no se le olvida que el juez Sergio Moro, un cercano a Bolsonaro, fue quien lo envió a la cárcel, por lo que un indulto, por lo menos durante la presente administración, queda descartado.
La opciones se le agotan a Bolsonaro de 70 años: podría apelar a la sentencia, pero dada la amplitud de la condena, la probabilidad de éxito es baja, también podría negociar cooperación judicial para reducir la pena, pero tendría que aceptar su responsabilidad, algo que no está dispuesto a conceder.
A la distancia Trump, un aliado sólido del dirigente brasileño, se mostró sorprendido y dijo que era un buen hombre, un buen hombre que por seguir su ejemplo pasará el resto de sus días en prisión.
SCJN: cambio de forma o de fondo
Parece que el nuevo pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación busca desde el inicio dejar atrás la imagen y las reglas con las que trabajaron las y los anteriores integrantes del máximo tribunal del país. Al menos eso es lo que dejaron ver durante su primera sesión, la cual, por cierto, fue pública por primera vez desde 2019.
De entrada, con simbolismos, como los acabados de la toga usada por el ministro presidente Hugo Aguilar, el bastón de mando, una audiencia integrada por periodistas y estudiantes, así como fotografías y teléfonos celulares, todo indica que, como se esperaba, se busca dejar atrás lo que representaba la “vieja corte”.
Y como en la política, las promesas y los compromisos también comenzaron a hacerse presentes, lo que seguramente irá aumentando poco a poco el grado de presión a la que estarán sujetos las y los ministros electos por el voto popular.
Pero lo verdaderamente importante será ver que, con el paso de las sesiones, las resoluciones y los acuerdos a los que se lleguen sean a la altura de la expectativa que se ha buscado generar entre la opinión pública.
Eso se verá en cada sesión en que las y los ministros cumplan a cabalidad con su función de ser guardianes de la Constitución, de vigilar que las leyes y actos de autoridad se apeguen a ella y que no se vulneren los derechos humanos, pero particularmente, que en realidad hagan valer los derechos y las libertades de todas las personas y no de unos cuantos que sean cercanos al poder.
Más allá de la forma, será el fondo el que nos dirá si la 4T tenía razón sobre la renovación en la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Sin duda, el tiempo será el mejor juez.
Mes patrio, un recordatorio de las fortalezas invisibles del trabajador mexicano
Cada 15 de septiembre celebramos la independencia de México con plazas que se llenan de colores, música y tradición; pero más allá de la conmemoración histórica, vale la pena detenernos en una fuerza que sostiene al país en el presente: sus trabajadores.
De acuerdo con cifras del INEGI, más de 61 millones de personas forman parte de la Población Económicamente Activa; sin embargo, más de la mitad lo hace desde la informalidad. Esa dualidad refleja la paradoja del mercado laboral mexicano: una enorme capacidad de producción y creatividad, pero también una deuda estructural en materia de formalización, inclusión y derechos laborales.
Un análisis reciente de OCC, la bolsa de trabajo en línea líder en México, identifica cinco cualidades que distinguen al talento nacional: creatividad, resiliencia, trabajo en equipo, adaptabilidad tecnológica y calidez humana, características que son la evidencia de cómo, frente a crisis económicas, transformaciones sociales y una pandemia que trastocó todo, el trabajador mexicano ha sabido responder con ingenio y solidaridad. En estas fortalezas invisibles se encuentra un capital invaluable para el desarrollo del país.
El punto de análisis no es si los mexicanos tienen talento, sino si como sociedad y sistema productivo sabemos aprovecharlo. Hoy, los espacios de innovación siguen siendo escasos, la capacitación tecnológica aún no es una política generalizada y el bienestar laboral continúa concentrado en pocas empresas. La calidez y empatía del trabajador mexicano contrastan con estructuras organizacionales que, en muchos casos, siguen priorizando productividad por encima de dignidad.
En este mes patrio, mientras celebramos con desfiles y música, también deberíamos preguntarnos: ¿qué significa realmente la independencia en el siglo XXI? Quizá una de sus respuestas esté en la capacidad del país de garantizar que su talento florezca y no se desperdicie. Reconocer al trabajador mexicano no debería ser un gesto simbólico, sino un compromiso colectivo para construir condiciones más equitativas, innovadoras y humanas. Porque la verdadera independencia se mide en la posibilidad de que cada persona viva y trabaje con libertad, seguridad y futuro.
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