Seguridad alimentaria: un desafío global
Definida como la condición en la que las personas no tienen acceso regular y suficiente a alimentos nutritivos para llevar una vida sana y activa; la seguridad alimentaria es uno de los principales desafíos actuales que enfrentan diversas regiones en todo el mundo.
Factores como el cabio climático, los conflictos bélicos, el crecimiento de la población y la desigualdad social, ponen en riesgo la seguridad alimentaria en todo el planeta.
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Factores ambientales
Las altas temperaturas y fenómenos meteorológicos extremos como sequías, inundaciones y huracanes alteran la producción agrícola y destruyen las reservas de alimentos.
Además impactan en la diversidad de los ecosistemas con la pérdida de especies de insectos que contribuyen a la polinización de los cultivos, lo que a su vez repercute en una disminución de la producción agrícola, un incremento en los precios, y la escasez de alimentos.
De igual forma, la actual crisis hídrica y la explotación intensiva del suelo reducen la capacidad de la agroindustria, ya que según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), la producción agrícola requiere más del 75% del agua dulce a nivel global.
Crisis alimentaria
Según la FAO y la ONU, la seguridad alimentaria se manifiesta en distintos grados: moderada que se caracteriza por la reducción en la calidad y cantidad de alimentos debido una disminución en los ingresos de las familias; grave, cuando las personas pasan varios días sin comer, y crónica, que es la insuficiencia alimentaria de largo plazo.
De acuerdo con el ‘Panorama de la Seguridad Alimentaria y la Nutrición en América Latina y el Caribe’, realizado por la FAO en colaboración con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL); en el 2023, el hambre afectó a 9.1 millones de personas en México y Centroamérica, mientras que en América del Sur la cifra fue de 26.8 millones, y en el Caribe de 7.2 millones.
Pobreza alimentaria
De igual forma, el Informe Mundial sobre Crisis Alimentarias (GRFC) 2025 muestra que en 2024, más de 295 millones de personas en 53 países sufrieron hambre aguda; casi 14 millones más que un año antes.
Además, 1.9 millones de personas alcanzaron el nivel de hambre catastrófica, la cifra más alta registrada desde 2016.
En tanto que 38 millones de niños menores de cinco años sufren de desnutrición infantil aguda, principalmente en contextos de desplazamiento forzado por conflictos, desastres y crisis económicas, con 95 millones de desplazados en países en crisis alimentaria.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) refiere que la inseguridad alimentaria tiene efectos graves y multifacéticos en la salud y desarrollo infantil, afectados desde el crecimiento físico hasta el desempeño cognitivo y social.
En el 2022, a nivel global, 45 millones de niños menores de 5 años sufrían desnutrición aguda, mientras que 148 millones presentaban retraso en el crecimiento, es decir, una talla menor a la esperada para su edad.
Adicionalmente, cerca de la mitad de las muertes infantiles que ocurren antes de los 5 años están relacionadas con desnutrición, especialmente en los países de ingresos bajos y medianos.
Cabe mencionar que en México, la pobreza alimentaria creció en 2025, con un encarecimiento en el precio de los productos de la canasta básica, mismo que aumentó a 2 mil 453 pesos mensuales por persona en áreas urbanas y mil 857 en zonas rurales, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
De este modo, la Línea de Pobreza Extrema por Ingresos, que mide el valor mensual de la canasta alimentaria por persona, registró un aumento del 1.3% en las zonas urbanas, y del 2.9% en las rurales.
Agricultura sostenible
En este contexto, la agricultura sostenible es esencial para garantizar la seguridad alimentaria tanto en el presente como en el largo plazo.
Su importancia radica en que permite producir alimentos suficientes, seguros y nutritivos, a través de técnicas y prácticas que preservan los recursos naturales, reducen el impacto ambiental, mejoran la productividad y eficiencia sin agotar los recursos del ecosistema, como la rotación de cultivos, la agricultura orgánica y el uso de tecnologías inteligentes, sin comprometer el bienestar de las generaciones venideras.
Además, gracias a la diversificación de cultivos y la protección de la biodiversidad, la agricultura sostenible mejora la resiliencia ante el cambio climático, aumentando la capacidad de los sistemas agrícolas para enfrentar sequías, plagas y enfermedades.
De igual manera contribuye a la estabilidad económica y social de las comunidades rurales, fortaleciendo su autonomía y bienestar al reducir la dependencia de insumos externos y aumentar la rentabilidad a largo plazo.
Crecimiento poblacional
La seguridad alimentaria sigue siendo un desafío a nivel global, ante un panorama en el que el crecimiento poblacional continúa; ya que según estimaciones de la ONU, para 2050 la población mundial podría superar los 9 mil 100 millones de habitantes, lo que representa un aumento del 34% respecto a la población actual.
Para alimentar a esta población más numerosa, la producción de alimentos debe aumentar alrededor de un 70% con respecto a los niveles actuales, y bajo esquemas sostenibles y con menor impacto ambiental.
Según la FAO, específicamente, la producción mundial anual de cereales tendrá que incrementarse de 2 mil 100 millones de toneladas actuales hasta los 3 mil millones.
Herramientas tecnológicas
En este contexto, la implementación de herramientas tecnológicas en la agroindustria está transformando la forma en que se producen, procesan y distribuyen los alimentos.
Por ejemplo, el uso de drones y sistemas GPS, permiten monitorear los cultivos y aplicar insumos de forma eficiente, reduciendo costos y el impacto ambiental.
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Asimismo, la tecnología CRISPR-CAS9 se aplica para desarrollar cultivos resistentes al clima, que ofrezcan mayor rendimiento con menos recursos.
Esta tecnología combinada con algoritmos de IA permite optimizar y acelerar el proceso de mejoramiento de cultivos.
Finalmente, la tecnología aplicada a la modificación genética de plantas representa una revolución en la agricultura, permitiendo desarrollar cultivos más productivos, resistentes y sostenibles en menor tiempo, lo cual es clave para garantizar la seguridad alimentaria frente a los desafíos del cambio climático y el crecimiento poblacional global.
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