COP30: el momento decisivo para el futuro climático y su impacto en la industria mexicana

La conferencia climática más relevante del mundo llega a un punto crítico mientras México enfrenta retos y oportunidades para transformar su matriz energética y fortalecer su competitividad industrial.

La COP30, celebrada en Belém do Pará, se ha convertido en uno de los encuentros más trascendentes en casi tres décadas de negociaciones climáticas globales. Aunque desde 1992 la comunidad internacional acordó que los países desarrollados debían liderar la lucha contra el cambio climático y financiar la transición en los países en desarrollo, ese compromiso está lejos de cumplirse.

El panorama es especialmente complejo: 2024 fue el año más caluroso registrado, y la mayoría de los países no entregaron a tiempo sus nuevos compromisos de reducción de emisiones rumbo a 2035. El retraso refleja la brecha persistente entre la ambición climática y la acción real.

México ante el desafío climático

México enfrenta un escenario doble: rezago en el cumplimiento de compromisos previos, pero una nueva oportunidad con la recientemente aprobada NDC 3.0, que plantea objetivos más claros y medibles.

Por primera vez, el país adopta una meta absoluta de reducción de emisiones para 2035, además de ampliar su estrategia de adaptación con énfasis en:

Recursos hídricos

Infraestructura estratégica

Sistemas productivos resilientes

Prevención del desplazamiento climático

Protección de la biodiversidad

Sin embargo, la dependencia de México hacia los combustibles fósiles —cercana al 80% de su matriz energética— sigue siendo un freno para su competitividad en un entorno global que avanza hacia la descarbonización industrial.

La oportunidad de transformación energética

A pesar de los retos, México tiene un enorme potencial para acelerar la adopción de tecnologías más limpias. Experiencias reales demuestran que la transición energética puede generar beneficios económicos y ambientales inmediatos cuando se implementa con ingeniería, tecnología y ejecución especializada.

Un ejemplo de ello es un proyecto de cogeneración eficiente desarrollado para una empresa del sector farmacéutico, que permitirá:

Reducir 145,000 toneladas de CO₂ en 20 años

Disminuir costos operativos entre 12% y 15%

Aprovechar hasta 90% de la energía del combustible

Modelos como este podrían replicarse en las más de 7,000 empresas manufactureras medianas y grandes del país. Si solo el 10% adoptara soluciones similares, México podría evitar más de 100 millones de toneladas de CO₂ en dos décadas.

El potencial energético se extiende también al aprovechamiento de la biomasa: con más de 100 millones de toneladas de residuos biomásicos generados al año, utilizar apenas el 30% permitiría instalar alrededor de 3,000 MW de capacidad eléctrica.

El costo de no actuar

La inacción representa un riesgo económico creciente. En 2026 entrará en vigor el Mecanismo de Ajuste en Frontera por Carbono de la Unión Europea, que elevará significativamente el costo de exportaciones con alta huella de carbono. Sin una transición energética real, México enfrentará:

Menor competitividad

Riesgos en atracción de inversión

Afectaciones estructurales en infraestructura

Mayor vulnerabilidad ante el cambio climático

Un futuro que aún puede construirse

México puede convertir la transición energética global en una palanca de desarrollo, innovación y soberanía, siempre que logre alinear esfuerzos entre gobierno, industria y socios tecnológicos.

El país cuenta con el talento, las capacidades técnicas y el potencial energético para avanzar hacia un futuro más limpio y competitivo. Lo que se necesita ahora es:

Visión de largo plazo

Políticas públicas consistentes

Incentivos fiscales y financieros efectivos

Cooperación internacional estratégica

Ejecución técnica a escala del reto

Las soluciones ya existen. La oportunidad también. El desafío es actuar con la urgencia que exige la realidad climática global.

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